martes, 17 de noviembre de 2009

Estoy muy agradecida a la Casa de la Cultura por haberme abierto sus puertas para presentar mi libro y a Eduardo Suarez que demuestra ser un incansable promotor de eventos como este.

Soy nativa de Almirante Brown, me crié y trabajo aquí. Habitualmente camino sus calles, disfruto de sus arboledas y me enojo por algunos descuidos. Me alegra cada actividad cultural que se realiza en Adrogué y me apena el maltrato que muchos hacen a los espacios públicos como también la demolición de las antiguas casa.

Pasé gran parte de mi vida con niños y adolescentes intentando trasmitirles la pasión por la literatura. No sé si tuve éxito pero al menos compartí con ellos hermosos momentos de lectura.

Creo que escribo desde la primaria. Fue una actividad constante que realicé con cierta facilidad pero tuvieron que pasar muchos años para darme cuenta de que la escritura requiere trabajo, lectura y sobre todo asombro ante lo cotidiano.

Permitirse cuestionar la realidad y poder re-significarla es tarea de la literatura pero en el terreno de la literatura, la novela ¿ qué es?

Ante todo ficción y como tal construye un mundo que tiene ciertas reglas.

Una de ellas es el pacto entre el autor y el lector.

El lector dirá: “Yo voy a leer lo que escribiste y voy a creerlo. Todo lo que me digas será cierto y si me atrapas me dejaré llevar hasta donde quieras. Si siento placer el recorrer tu texto no querré que se termine aunque me muera por conocer el final”.

A su vez el autor le dirá:”Mirá este mundo que yo descubrí mientras lo creaba, zambullite en él, espiá con tus ojos y escuchá con tus oídos las voces de los que allí habitan. Sentí lo mismo que yo cuando me enfrenté a estos personajes. Amalos y odialos. Permitiles que se comuniquen entre ellos y no intervengas.

Eso piensa el autor aún sabiendo que no puede evitar que el lector sí intervenga, sí cuestione, sí interrumpa a los personajes y hasta la misma lectura de la historia. Pero también ,casi con amor paternal, le recomendará al lector: Yo los dejé hacer y no los abandoné hasta que crecieron. En ese momento me fui para siempre. Ahora te los encomiendo. Tu acto de lectura será su oportunidad de vida y participarán de la tuya. Espero que los cargues en tu mochila y que muchas veces se te caigan del bolsillo. Que te griten para que los levantes y los coloques en la palma de tu mano y los acaricies. Ellos te mostrarán las miserias humanas, las virtudes, las esperanzas y las incertidumbres. Ni más ni menos que la conducta del ser humano y sus motivos más ocultos.

En ese intercambio entre el lector y el autor aparece, llevando la batuta, el narrador. Es como si él dijera:”escuchen bien lo que les voy a contar. No se pierdan ni una palabra porque cada palabra es fundamental para que conozcan el mundo que se esconde en la mente y la sensibilidad de estos seres.” Sin embargo el lector no se deja manejar fácilmente y se mete en muchos vericuetos inadvertidos. Entonces arma su propia historia y su propio mundo por donde transita con total impunidad.

Finalmente creo que los que habitan ese mundo de ficción de la novela nos provocan, nos sacuden, nos conmueven y nos gritan. Nos alertan que nuestra realidad es injusta, es indiferente, es contradictoria. Nos anuncian que otras formas de vida son posibles y nos muestran sin eufemismos y hasta con crueldad cómo somos cada uno de nosotros. Entonces nos cuestionamos en silencio mientras convivimos con esos personajes y cuando salimos de la lectura, ya no somos los mismos.

La literatura es entendida como evasión porque nos saca de este mundo y nos lleva a otro. Pero allí no estamos quietos sino que nos movemos, sospechamos, esperamos , perdemos el aliento y volvemos a respirar. En una palabra la literatura es vida también, un plus de vida, una vida ampliada hacia los límites sin límite de lo imaginario.

Cuando Teresa, la protagonista de Puntos combinados, se me presentó lo hizo intempestivamente. Me dijo. “ mirame, acá estoy subiendo a la combi. Fijate que no estoy sola y registrá lo que pasa”. Así empecé a escribir lo que ellos, esos personajes, me dictaban y a veces, ante cualquier descuido de mi parte, volvían a tirarme de la manga. Fue trabajoso reconocerlos, ordenar el caos en mí y sobre todo mantenerlos sentados durante tanto tiempo.

Con ellos recorrí una ciudad de injusticias, de hipocresía, de nostalgia y de temores. Escuché las voces de los que no tienen voz y de aquellos que piensan que son los únicos a quien vale la pena oír . Vislumbré la esperanza, el sálvese quién pueda ,la soberbia, la tristeza, la locura...

Creí en un primer momento que mi tarea se limitaba a escribir lo que escuchaba en la combi pero más tarde me di cuenta de que estaba sentada con ellos y que me obligaban a participar de sus hazañas y de sus desventuras. Así me fui metiendo en la piel de cada uno y sentí hasta el dolor lo que a ellos les pasaba. Difícil de explicar esa sensación de ser otro y a la vez ser uno mismo al plasmarlo en la escritura. Uno tiene sus preferencias y muchas veces resalta las virtudes de un personaje para desmerecer a otro. Entonces se arma la trifulca. En esos casos y generalmente, el que queda malherido es el escritor.

¿Quién es mi preferido? No podría decirlo porque temo que los demás, defraudados, abandonen la novela. Pero acá entre nosotros diría que en cada uno encontré algo para destacar.

La mamá que lleva al nene al dentista me parece que tiene una sensibilidad oculta debajo de una máscara de inconformismo y resignación por la vida que le ha tocado.

El nene , a pesar de estar sumergido en el juego electrónico, demuestra interés y solidaridad por un par marginal. Entre ellos hay cierta camaradería aunque pertenezcan a sectores sociales bien diferentes.

Maru , una jovencita que tiene claro lo que quiere y que cualquier obstáculo la paraliza. No obstante sigue y mueve los hilos con habilidad.

Las esposas jóvenes insertas en un mundo de apariencias donde poco tienen para decidir. Viven la vida de sus maridos o la que les marcan ciertos mandatos familiares.

El viejo solo con sus recuerdos y repitiendo un ritual para no morirse.

El cuarentón que intenta mejorar su situación económica con la certeza de que el que se salva es el más rápido sin importar la moral.

La Gaby, una buscavidas que sabe de ciertas reglas políticas y que se enfrenta a su ex – novio, un joven que todavía mira con los ojos de sus padres.

Y Teresa, ingenua, nostálgica, que arrastra la culpa de no haberse atrevido a vivir otra vida y que ante el dolor se refugia en lo que tiene .

Por último, la inspiradora de esta historia, una combi, paciente y muda que mueve de aquí para allá a un sector social que alguna vez supo viajar en tren.

Cada escritor utiliza diferentes herramientas para hacer su obra. No hay recetas ni musas que faciliten el trabajo de escritura. Pienso que hay sí, unas ganas locas de contar sabiendo de antemano que una vez que el lector interviene comienzan a tejerse historias paralelas que hacen de la literatura un mundo posible e infinito.

Por eso, queridos amigos, cada lector de Puntos combinados es un colaborador indispensable en mi tarea de escribir. Gracias a los lectores ,en definitiva, los autores podemos seguir soñando.

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